Creatividad y pensamiento divergente, un nuevo campo para explorar en las ciencias

por Emiliano Labrador Ruiz de la Hermosa

Reestructuración geopolítica, disminución de los recursos  naturales, crecimiento de la población, contaminación, enfermedades extinguidas que reaparecen, conflictos debidos a diferencias raciales, económicas, culturales, religiosas,… son, entre otros, los problemas a los que los habitantes del siglo XXI nos enfrentamos. Nuevos retos (algunos no tan nuevos) que exigen nuevas soluciones donde se hace más necesaria la ingeniería.

De acuerdo con el escritor y filósofo Eric Hoffer, “En una época de cambios drásticos, son los alumnos los que heredan el futuro. Los eruditos se encuentran equipados para vivir sólo en un mundo que ya no existe”. Donde por eruditos podemos entender gente anclada en los viejos paradigmas, y por alumnos, personas dispuestas a ver nuevos modos de entender el mundo. Si trasladamos estos conceptos al mundo de las ideas, podemos decir que Hoffer se refería a los dos modos de pensamiento del cerebro: El Convergente y el Divergente.

El pensamiento convergente, desarrollado  en la mayoría de los humanos en el hemisferio izquierdo del cerebro y asociado a la inteligencia, es el encargado de buscar soluciones correctas a un problema. Es el que nos dice que si se aproxima un león, debemos salir corriendo. El pensamiento divergente, desarrollado en la mayoría de los humanos en el hemisferio derecho del cerebro y asociado a la creatividad, es el encargado de buscar nuevas soluciones a un problema. Asume la búsqueda de alternativas a salir corriendo ante el león. Buscar un refugio, construir un arma, domesticarlo,… La inteligencia busca respuestas correctas. La creatividad busca respuestas posibles. Sin la inteligencia no hubiéramos podido sobrevivir. Sin la creatividad no hubiéramos podido evolucionar.

Y es precisamente la labor de un ingeniero hacer que el mundo evolucione. Como dijo Einstein en su conocida frase: «En los momentos de crisis sólo la creatividad es más importante que el conocimiento.» Nadie puede dudar que un  buen ingeniero debe contar con un importante arsenal de conocimientos. No se puede desarrollar una idea si no se está capacitado para ello. Pero de poco sirven esos  conocimientos si no hay una buena idea previa que desarrollar.

La formación del pensamiento divergente es tan posible como deseable, aunque  por desgracia, el  actual sistema educativo se dirige a hacernos desarrollar mucho el hemisferio izquierdo (memorizar, calcular, repetir, encontrar la solución “correcta”),… y poco, siendo muy optimistas, el derecho (sintetizar, entender los  conceptos como un todo, no como una suma de partes, encontrar soluciones alternativas y mejores a la obvia,…). Formarse en ser creativo es pues una disciplina transversal que no puede ignorarse, menos  aún si se quiere llegar a ser un buen ingeniero en tiempos que exigen cada día de soluciones más creativas.

Los equipos de trabajo de éxito cuentan con ingenieros en sus filas. Y que todos los componentes participen en el  proceso de trabajo es un requerimiento que la industria está exigiendo acutalmente.  Pensar que ser creativo es una tarea de artistas es ignorar la realidad. Si miramos los títulos de crédito de una película de Píxar o el equipo de trabajo del estudio de Frank Gehry, se puede constatar que la ingeniería no es una disciplina aislada, sino que debe estar integrada en un todo, tal como se resuelven los  problemas en el hemisferio derecho.

En los grados de La Salle, la asignatura Disseny i Usabilitat I tiene entre otros cometidos el hacer conscientes a los estudiantes de esto, enseñándoles herramientas y procesos que les permitan desarrollar esta necesaria habilidad.

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