Escuelas de Negocios socialmente responsables. Entrevista a Ramón Ollé de La Salle

En los últimos meses se ha hablado y actuado contra esto que ya llamamos “la mayor crisis económica ocurrida desde el crack del 29”. Una crisis financiera provocada por muchas circunstancias, entre otras, por una desmedida avaricia desatada en un contexto de libre mercado.

Y esta crisis, con la que todas las capas sociales tendremos que lidiar, nos obliga a repensar los límites y la evolución del propio capitalismo y, con ello, la calidad de la formación que deberían recibir los dirigentes y emprendedores del futuro. Su implicación en el cambio y su responsabilidad. Su acción y su ejemplo.
En un ejercicio de reflexión, de asunción de responsabilidades y de recuperación de valores, algunas escuelas de negocios ya han replanteado parte de su implicación educativa en esta nueva situación global. Nombres como Lehman Brothers, Merrill Lynch o Bernard Madoff no pueden dejar indiferentes a los coordinadores de programas ejecutivos y MBA. Porque de la historia y de las limitaciones humanas se puede aprender mucho. Cuando menos, que no se repitan.

Como resultado de esta situación ya se cristalizan varias iniciativas, como la introducción de humanidades, filosofía y ética en los estudios de negocios o la creación de códigos de conducta para futuros graduados en MBA (véase la propuesta planteada por dos profesores del MBA de la Harvard Business School en su informe It’s time to make management a true profession).

Apostar por la responsabilidad social corporativa (RSC) significa apostar por la formación de los ejecutivos. Pero más allá de los nuevos paradigmas educativos que se avecinan, de los nuevos profesionales de la gestión, y de repensar un nuevo capitalismo, hay un problema de raíz: la distribución de la riqueza.

Resulta interesante ver, cómo ya a principios de 2006, antes que estallara la burbuja financiera, la Comisión Europea alertaba, a través de una comunicación, de la necesidad de velar por la estabilidad social: “Desde el fin de la Guerra Fría, la economía de mercado prevalece en la mayor parte del mundo: mientras que daba nuevas oportunidades a las empresas, les creaba también una necesidad correspondiente de ponerse límites y movilizarse en interés de la estabilidad social y el bienestar de las sociedades democráticas modernas”. Más recientemente, este mensaje también ha quedado corroborado en la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI, así como por el discurso de otros varios agentes sociales.

A su vez, un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas da luz a las siguientes cifras: en el año 2000, el 1% más rico de la población mundial poseía el 40% de la riqueza y el 10% más favorecido tenía el 85%. Por el contrario, la mitad más desfavorecida no poseía ni siquiera el 1% de la riqueza.

Este es fundamentalmente el mayor reto social del presente: el reparto de la riqueza, una responsabilidad social que nos afecta a todos.

¿Para quién se diseñan entonces estos MBA? ¿A quién estamos dando la oportunidad de aprender los entresijos de la gestión empresarial? ¿A quién brindamos las herramientas para convertirse en un emprendedor de éxito? ¿Cómo gestionar el valor generado? ¿Cómo repartirlo?

Como entidades de formación empresarial deberíamos dar un paso más allá en lo que se refiere a comportamiento y responsabilidad. No puede ofrecerse en forma de enseñanza de lujo para las élites. Para ello, es preciso que las instituciones educativas de negocios cooperemos con lo que esté a nuestro alcance. Y sobre todo, no jugar a la falsa moral de criticar a los que ya lo ponen en práctica. Este mes de julio, a través de la escuela de negocios de La Salle en Barcelona, hemos abierto cursos de verano a precios simbólicos.

Esta iniciativa implica la participación de profesores de élite que participan en el programa voluntariamente y el esfuerzo de una institución –que aunque sea privada– no gana dinero por hacerlo. Esto, que puede parecer de sentido común, todavía se ve con cierto recelo desde algunas entidades educativas que quieren conservar su posición tradicional de mercado. Si bien en otras hemos recabado un sólido y caluroso apoyo. No basta con hablar de responsabilidad social. Hay que hacer posible aquello en lo que creemos. En momentos de dificultad todos tenemos que arrimar el hombro, y la enseñanza de la gestión no es una excepción.
Será preciso también plantear programas de formación empresarial al alcance de los talentos, con gran calidad y precios asequibles.

[busqueda cursos=»mba, project management, sap, multimedia, telecomunicaciones, arquitectura»]

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