Maripili es una mujer de cualquier edad que quiere agradar a todo el mundo, que lucha para ser buena en cada uno de los papeles que le ha tocado ejercer durante su vida, aunque esto implique un desgaste extremo tanto físico como psíquico, y que se desmorona cuando recibe un mensaje de rechazo o de censura», así resume la directora del I Congreso Internacional de Liderazgo Femenino, Carmen García Ribas, la situación de muchas profesionales de nuestro país.
El encuentro, pionero en Europa, se celebrará en Barcelona del 16 al 18 de septiembre y tiene por objetivo facilitar herramientas a las mujeres para que canalicen su talento profesional, de modo que alcanzar puestos directivos y de liderazgo sea algo más que una aspiración, combatiendo el llamado «Síndrome Maripili», según informa la organización.
García Ribas entiende que este congreso es ahora «más necesario que nunca». El hecho de que el modelo laboral imperante sea el masculino y el miedo a no gustar, a ser rechazada, que históricamente atenaza a las mujeres, impide a éstas liderar su trayectoria profesional de forma efectiva. La dinámica actual, en la que los puestos directivos y de liderazgo se alejan de las mujeres, tiene además «una clara repercusión económica para las empresas». Según un estudio de la Cámara de Comercio de Barcelona, el desperdicio de talento femenino implica una pérdida de cerca de mil millones de euros al año, sólo en Barcelona.
El «Síndrome Maripili», según ha indicado García Ribas a Efe, hace referencia a la actitud «de sabotaje no consciente» que tienen las mujeres universitarias y profesionales, como consecuencia del «miedo a no ser queridas y a no complacer la expectativas del entorno», que les impide progresar en el campo profesional.
García Ribas, profesora de la ESCI, ha explicado que el temor a «no gustar y a ser rechazada» perjudica «enormemente» su trayectoria profesional porque, de forma inconsciente, «lanzan mensajes no verbales de insuficiencia, de infantilismo y de necesidad de protección». De este modo, la profesional crea un «círculo perverso» del que no puede salir, puesto que sus miedos hacen que se someta a los estereotipos masculinos, lo que provoca sentimiento de culpa y hace que la mujer se reprima y no consiga los logros que podría obtener.
En este aspecto, García Ribas ha criticado que las mujeres practiquen imposturas para acercarse al «modelo que se cree más aceptado». «Las características femeninas aportan tanto valor a las estructuras empresariales y a la sociedad en general que deben ser reconocidas. En realidad, el liderazgo femenino crea tendencias en el mundo, tanto en la empresa como en la política», ha expresado la experta.
Fuente original: ABC
[busqueda cursos=»liderazgo, coaching, habilidades directivas, autoestima, autoayuda»]

Emprendedor tecnológico en serie y business angel. Socio fundador de Green Living. En el pasado fundé la Escuela Virtual de Empresa (UB y Grupo Planeta) e IEBS Digital School. Experto en Transformación Digital, Growth Marketing, RPA y Automatización.
Creo que las mujeres, por desgracia, todavía tienen muchas barreras externas que romper. La sociedad en el ámbito profesional esta condicionada en muchas ocasiones por la «autoridad masculina» la cual parece que ejerce de destructor de la «confianza y seguridad femenina».
Por otro lado, creo que el articulo dice bastantes verdades y es un buen paso para empezar a superar el «sindrome»
Gracias Susana por tu acertado comentario
Es curioso porque en realidad se trata de algo bastante sutil. Yo creo que muchos jefes y compañeros paternalistas no son conscientes de que se dirigen a nosotras en un tono distinto y lo negarían si se les acusara de ello. Y desde luego muchas veces las propias mujeres asumimos inconscientemente el papel. En teoría somos iguales, pero está infinitamente peor visto que una mujer defienda sus ideas con vehemencia; cuando un hombre lo hace, en cambio, no suele tener problemas. Un hombre que se arregla para ir a la reunión se preocupa de parecer aseado; como mucho, también, de parecer solvente. Somos nosotras las únicas que nos arreglamos para gustar. Tratar de gustar a los demás, en todos los aspectos y a todas horas, tanto en la imagen como en el carácter, es un hábito que tenemos demasiado arraigado…