En el marco de la educación del siglo XXI, la figura del profesor ha evolucionado de manera significativa. Ya no se trata meramente de impartir conocimientos en aulas cada vez más heterogéneas; los docentes se enfrentan a un espectro de responsabilidades que trasciende la mera transmisión de información. Hoy en día, la discusión sobre el rol del profesorado no puede obviar la complejidad inherente a su función, la cual ha ampliado sus límites hasta incluir roles que tradicionalmente no se le asignaban, como los de psicólogo, sanitario o trabajador social.
La Función primaria: Educar
El objetivo esencial de la enseñanza sigue siendo educar, formar ciudadanos críticos, autónomos y capaces de adaptarse a un mundo en constante cambio. Sin embargo, este objetivo se ve complicado por la diversidad de necesidades que presentan los estudiantes. No todos los alumnos llegan a la escuela con las mismas herramientas, ni con los mismos retos personales o familiares. Aquí es donde el debate se intensifica: ¿debe el profesorado asumir roles adicionales para compensar estas carencias?
Más que Profesores
La realidad es que los educadores se encuentran a menudo en la primera línea de varios frentes de batalla. Desde gestionar crisis personales de los estudiantes hasta ser el primer punto de contacto para problemas de salud mental, los profesores se ven obligados a actuar como intermediarios entre los alumnos y los servicios de apoyo que, en muchos casos, son insuficientes o inaccesibles.
Sin embargo, aquí surge una cuestión fundamental: ¿están los profesores capacitados para estos roles? La formación docente tradicional se centra en metodologías educativas, didáctica y currículo. Aunque algunos programas incluyen módulos sobre apoyo emocional o detección de problemas de salud, esto no convierte a un profesor en un psicólogo o en un trabajador social.
La Necesidad de Apoyo
Es imperativo reconocer que pedir a los docentes que asuman estos roles adicionales sin el correspondiente apoyo y formación especializada es no solo injusto, sino también ineficaz. La educación no puede y no debe recaer en una sola figura; necesita de un enfoque interdisciplinario y coordinado donde cada profesional desempeñe su rol con la preparación adecuada.
Por tanto, es necesario un cambio estructural en cómo se concibe y organiza la educación. Las escuelas deben contar con equipos multidisciplinarios que incluyan psicólogos, trabajadores sociales y personal sanitario que trabajen en conjunto con los profesores. Además, la formación continua de los docentes debería incorporar estos temas, no con la intención de convertirlos en expertos en otras disciplinas, sino para que puedan identificar señales de alerta y referir adecuadamente a los especialistas.
El profesorado del siglo XXI afronta desafíos que exceden la enseñanza académica. La sociedad debe entender que para que la educación sea integral, es indispensable que cada profesional en el ámbito educativo se dedique a lo que está capacitado y que se trabaje en un sistema donde la colaboración y el apoyo sean la norma. Solo así se podrá ofrecer a los estudiantes no solo una educación de calidad, sino también un entorno que aborde holísticamente sus necesidades, respetando al mismo tiempo el rol específico y crucial del docente dentro de este ecosistema educativo.
Emprendedor en serie y business angel, fundador de IEBS Digital School. Experto en Transformación Digital, Growth Marketing, RPA y Automatización.