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Impuestos: un dolor de cabeza necesario

Ha llovido mucho desde aquellas primeras declaraciones de la Renta de finales de los setenta, que se hacían a mano y traían de cabeza a nuestros padres durante días enteros. Pero seguimos sintiendo cierta incomodidad cada vez que se acerca el mes de junio y a ninguno de nosotros nos haría ilusión recibir la visita de un inspector de Hacienda.

Sin embargo, sin impuestos no habría juzgados, ni fuerzas de seguridad, ni otros tantos servicios públicos absolutamente imprescindibles. ¿Cuáles son y en qué consisten los impuestos que pagamos? En este artículo haremos un breve resumen.

Un poco de teoría

El sistema tributario español se basa en estos principios:

Tipos de impuestos

A grandes rasgos, existen dos clases de tributos: los directos y los indirectos. Los directos son impuestos, por decirlo así, con nombre y apellido. Los pagamos directamente nosotros y quedan registrados como aportaciones nuestras al sistema fiscal. Los indirectos se pagan de forma anónima, como resultado de operaciones comerciales y similares.

Impuestos directos:

Impuestos indirectos:

Además, las Comunidades Autónomas pueden establecer otros tributos propios. Los más comunes son los impuestos medioambientales, que básicamente gravan a las empresas que más contaminan o que no gestionan sus residuos de manera adecuada.

Impuestos locales:

Además, algunos ayuntamientos cobran otra clase de tributos opcionales: recogida y gestión de basuras, impuestos de obras, etc..

Un asesor fiscal puede ser muy útil para gestionar mejor todos estos impuestos, especialmente en el caso de que se posea una empresa, un patrimonio elevado o ingresos procedentes de distintas fuentes.

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